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sábado, 21 de marzo de 2015

El Retroceso (The Backtrack)

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Tras uno de los mayores clásicos de la literatura sobre los viajes en el tiempo paso a un libro mucho más actual, El Retroceso (The Bactrack, 2014), que presenta un tipo de viajes diferente a lo que estamos habituados a ver. Solamente tiene algún un mínimo punto de conexión con El mundo contrarreloj de Philip K. Dick, pero en este libro la influencia de los viajes tiene mucho más peso en la trama que en el libro del famoso escritor norteamericano.

Como es un libro reciente entiendo que muchos de los seguidores del blog no lo habrán leído, así que por si acaso advierto que en esta entrada se describen algunas reglas que rigen los viajes en el tiempo de esta novela que no se desvelan hasta el final de la misma. Así que si queréis evitar spoilers no leáis mucho, especialmente el texto que se encuentra tras el timeline.

La idea que presenta el libro es sencilla, ¿que pasaría si una persona normal descubriera que puede retroceder en el tiempo pero recorriéndolo en sentido inverso? ¿merecería la pena cambiar algo de tu pasado si estás obligado a revivir todo segundo a segundo?

Voy a dejar unas frases que el protagonista del libro utiliza para describir como son esos originales "viajes en el tiempo".

Definitivamente estaba yendo hacia atrás en el tiempo. Era como cuando rebobinábamos nuestras viejas cintas en VHS sin pulsar antes el botón de Stop.

Lo sucedido en las últimas horas lo había vivido, tanto cronológicamente, como al revés. No sólo eso. Lo había sentido. Se supone que cuando alguien ve el futuro no siente en su cuerpo el paso del tiempo, y tampoco lo vuelve a experimentar en sentido inverso.

Estos viajes en el tiempo son producidos por el protagonista del libro, que descubre accidentalmente esa capacidad y tiene que aprender a manejar.

Pero, entonces, ¿por qué podía yo moverme adelante y atrás en el tiempo? ¿Había tenido siempre esta capacidad y no la había descubierto hasta que me tuve que enfrentar a una situación importante en mi vida? 

Por tanto, no tenía que centrarme tanto en el objeto en sí, sino en los hechos que habían desencadenado la acción. En las dos ocasiones en las que había retrocedido había sucedido lo mismo. Me había concentrado en coordenadas temporales, no espaciales, y de esa manera había conseguido volver hacia los puntos en los que yo quería retomar la acción.

El libro se centra más en la parte psicológica de estos viajes en el tiempo, por lo que evita entrar mucho en la parte científica del asunto, y justifica los motivos.

¿Existía alguna teoría científica que lo explicara? Sabía lo mismo que cualquiera acerca de los agujeros de gusano, y tenía alguna vaga idea sobre la teoría de cuerdas. Pero esos conceptos estaban muy por encima de cualquier conocimiento de ciencias que yo pudiera tener. Además, aunque hubiera alguna teoría que pudiese explicar este fenómeno, no creo que me aclarara cómo vivir con él. Que yo sepa, ningún trapecista ha estudiado a Newton para desarrollar sus habilidades.

Esta forma de viajar en el tiempo implica que no necesariamente tienen que existir universos paralelos, y así lo he representado en el timeline del libro. En esta novela el universo tendría distintas ramificaciones, pero en esencia sería el mismo, ya que no existen otros paralelos en los que sucedan cosas diferentes.

Si lo pensaba bien, en el fondo todos viajamos en el tiempo, avanzando un segundo cada segundo, un día cada día. Lo extraordinario era que en esta ocasión también lo había hecho al revés. Todos lo habíamos hecho al revés. Era como si el universo estuviera montado en un tren y, en un momento dado, hubiera llegado a una vía muerta y rehecho el camino por los mismos raíles hasta llegar a un desvío.

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De la misma forma tampoco se podrían dar paradojas, ya que cada vez que el protagonista usa el retroceso se haría una especie de formateo para todas aquellas personas ajenas al mismo, y el tiempo vuelve a fluir en el sentido habitual, como si nada hubiera pasado; lo que quiere decir que no necesariamente se debe repetir exactamente lo mismo.

Observé que, cuando quería revivir alguna experiencia, nunca se repetía exactamente igual. En parte se debía porque yo había cambiado y ya no la sentía igual. Y es que ya decía el filósofo que no se puede entrar dos veces en el mismo río. Pero no era el principal motivo, ya que me percaté de que también cambiaba todo lo que sucedía a mi alrededor. Y era más evidente cuanto mayor era el retroceso.

Pero eso no implica que por conocer el futuro se tenga un control de lo que va a pasar, ya que hay actos que están muy enraizados en el tiempo.

La muerte de mi padre me hizo comprender que, por mucho que pudiera retroceder en el tiempo, no podía controlar todo, que algunas cosas eran inevitables y que, aunque pudiera evitar ciertas muertes, por un motivo u otro, yo también acabaría falleciendo.

Pero lo más interesante queda para el tramo final del libro, cuando se descubre que esa capacidad la pueden tener más personas. Como solo existe un universo, la utilización del retroceso por parte de otras personas implica que aquellos con este "poder", que son capaces de sentir lo que sucede en el tiempo en los dos sentidos, tengan que sufrir también los viajes iniciados por otros, con el conflicto que eso conlleva.

Ahí comprendí que cuando las personas tienen esa sensación de que ya han vivido algo, realmente están captando levemente el retroceso. Y si algunas personas podían experimentar los déjà vu, era más que probable que otras personas fueran capaces de provocarlos.
Por tanto, era posible que yo no fuera la primera persona que podía viajar al pasado y, siguiendo el mismo razonamiento, tampoco sería el último que pudiera hacerlo. Era bastante factible que alguien acabara de descubrir esa capacidad y la estuviera usando en ese preciso instante. En mi caso, el detonante del primer retroceso había sido el accidente de coche; antes no podía percibir la existencia del mismo. Pero ahora, que mantenía la capacidad de sentir los retrocesos en el tiempo, si una persona coetánea descubría su existencia y lo usaba por primera vez, yo también sería consciente del mismo.Tenía sentido. Si todos los objetos físicos del universo avanzan en el tiempo a una velocidad determinada, y algo o alguien obliga a que un elemento retroceda, el resto de los objetos tienen que hacerlo con él ya que, si alguno no lo hiciese, se encontraría en un marco temporal donde no existiría el universo al que pertenece. Sea científicamente riguroso o no, me parecía lo más lógico del mundo y me lo sigue pareciendo.El problema era que yo, desde el momento del primer retroceso, me percataba de estas idas y venidas en el tiempo provocadas por mí. Pero ni se me había pasado por la cabeza que también me pudieran afectar las que pudieran provocar otros. Y lo que es peor aún, que no fuera capaz de detenerlas. Si mi teoría era correcta, eso significaba que, a partir de ese momento, mi vida dependía de lo que esa otra persona hiciera con el tiempo y que, al igual que me estaba haciendo en ese instante, podría volver a borrar mi vida en el momento menos esperado.

El libro termina dejando abierta las puerta a todo un mundo de posibilidades con la posible existencia de más personas con esa capacidad, e incluso, a historias en otras épocas.

¿De veras crees que hay más gente que es consciente de nuestros retrocesos?
–La verdad es que no tengo ni idea. Podría ser. Si los hubiera, seguramente tendríamos que buscarlos en los manicomios del mundo, porque es probable que acabaran allí encerrados. Lo que es seguro es que ahora mismo sólo nosotros dos podemos movernos atrás y adelante en el tiempo.
–¿Y habrá habido alguna persona antes que nosotros?
–Es posible, pero ¿cómo saberlo? Sería imposible de descubrir. Si las hubo, serían personas con una vida aparentemente feliz, que hicieron muchas cosas en la vida y que murieron de muerte natural. Tal vez tras esas vidas presumiblemente perfectas se encuentra ese secreto.
–Siempre han dicho que Leonardo Da Vinci hizo un montón de cosas en la vida, ¿no? Quizá fuese un genio por el retroceso. Habría tenido todo el tiempo del mundo para sus pinturas y sus inventos.

En conclusión, una original novela sobre viajes en el tiempo, que presenta un punto de vista diferente sobre este género de la ciencia-ficción, y que a la vez sabe explotar la trama a medida que va mostrando las cartas hasta su as final.



Método de viaje en el tiempo: capacidad de algunas personas para invertir el sentido del tiempo
Número de viajeros principales: 1
Número de viajeros secundarios: 1
Velocidad del viaje: la misma a la que transcurren los hechos pero a la inversa
Universos paralelos: No, en todo caso hay periodos de tiempo paralelos
Universo inalterable: No
Viajes al pasado: Sí
Viajes al futuro: No
Complejidad: 2/5

lunes, 1 de diciembre de 2014

El mundo contra reloj (Counter-Clock World)


El mundo contra reloj (Counter-Clock World, 1967) es una de las novelas menos conocidas de Philip K. Dick, reconocido escritor de ciencia-ficción. Y, aunque no esté a la altura de sus grandes obras, sin duda ofrece una visión del tiempo muy alejada de lo que hemos visto hasta ahora en el blog por lo que creo necesario comentarla.

En esta historia con aire de novela pulp nos encontramos en un mundo en el que tiempo ha empezado a ir en sentido contrario. Esto implica que la gente que murió antes de que empezara el anti-tiempo despierte en sus tumbas en orden inverso al que murió. A este nuevo periodo se le denomina fase Hobart y cuando empieza la trama han transcurrido aproximadamente 12 años desde que empezó. Aunque resulta imposible determinarlo con exactitud porque las fechas no coinciden. 

Tal y como comentan al principio del libro la acción transcurre en 1998 y, según sus protagonistas, la fase Hobart comenzó en 1986. Por tanto han transcurrido 12 años en sentido inverso. Hasta ahí no hay problema. Sin embargo en esos momentos está a punto de revivir el Anarca Peak, que tal y como pone en su tumba murió en 1971, 15 años antes de que el tiempo se invirtiera. Por tanto no guarda coherencia. La única explicación pausible sería que durante los primeros años en los que se invirtió el tiempo la medida del mismo no fue precisa o se modificó, ya que en un momento dado del libro Sebastian se refiere a "el método de cuenta distinto al de la Fase Hobart".

La coherencia de los años también cuesta entenderla en algún otro punto. Por ejemplo, cuando menciona el distinto método de cuenta Sebastian piensa: "Lotta era mucho más joven que él: veintidós años por el método de cuenta distinto al de la Fase Hobart y por el que se guiaba al no haber muerto y vuelto a nacer como le había ocurrido a él que era mucho más viejo". Si entendiéramos que ella tiene en el momento de la acción un cuerpo de 22 años y le sumamos 15 transcurridos hasta el inicio de la Fase Hobart, más esos mismos 15 años en sentido inverso, ella ha vivido 52 años. Sin embargo Lotta, en un momento dado comenta "cuando yo nací Sebastian había muerto y siguió muerto hasta que yo tuve doce años". Eso a primera vista no tendría sentido, ya que si cuando ella nació él estaba muerto, cuando el reviviera ella no debería existir porque habría vuelto al vientre materno. Pero esto último se debe a una mala interpretación ya que en el libro aparece que a él le habían desenterrado hacía 10 años, lo que implicaría que esos 22 años contarían desde que empezó a transcurrir el tiempo a la inversa. Por eso ella comenta que "cuando nació había muerto", ya que interpreta que ella nació cuando se inició la fase Hobart.


No es fácil de entender a la primera, pero si se piensa un poco tiene su lógica. De todas formas ya que estamos con el tema de los nacimientos-muertes voy a poner un fragmento que explican con detalle la vuelta al vientre.

Era tan rico —avanzó los labios, como un bebé, maternalmente—. Y estaba en aquel nido, en el hospital, y el pobre buscaba una matriz, y yo me encontraba allí de voluntaria para hacer distintos trabajos para la ciudad de San Bernardino, y me estaba hartando ya de aquel trabajo de voluntaria, y pensé: Vaya, no sería estupendo tener a una criatura tan monísima como Arnold Oxnard Ford en mi tripita —se dio unos golpecitos en el vientre liso mientras echaban a andar sin rumbo—. Así que fui a la enfermera encargada de la guardería y le dije: «¿Puedo solicitar a Arnold Oxnard Ford?». Y ella respondió: «Sí, parece usted saludable». Dije que sí que lo era, y me respondió: «Ya casi le ha llegado la hora a él; tendrá que entrar en una matriz» —ya estaba por entonces en una incubadora—, y yo firmé los papeles, y… —sonrió a Sebastian— me lo dieron. Nueve meses teniéndole día a día sintiéndole hacerse parte de mí; es una sensación maravillosa, no tiene usted idea, cómo se siente una al notar a otra criatura, a la que se quiere, fundirse molécula a molécula en tus propias moléculas. Todos los meses pasaba un reconocimiento y me miraban por rayos, y todo salió estupendamente. Ahora, claro, ya pasó todo.
(...)
Alrededor del once, me dijo el doctor que no más tarde del once, tengo que deshacerme del último pedacito físico de él. Y dárselo a un hombre —puso gesto burlón, pero no hostil—. Me guste o no, tengo que acostarme con un hombre; es una necesidad médica. De otro modo el proceso no quedaría completo y no podría ya ofrecer mi matriz a ningún otro bebé. Y… es extraño… estas dos últimas semanas, o quizá más, lo he estado sintiendo como un impulso, como una necesidad biológica. Acostarme con un hombre; con cualquier hombre —le miró ostensiblemente—. Espero no ofenderle. No era mi intención.
(...)
Pero lo que había dicho la muchacha era cierto: las madres, nueve meses después de que entrara un bebé en su seno se ponían… en celo. Como decía la señorita Fisher, era una necesidad biológica; el cigoto tenía que dividirse en esperma y óvulo.

Sin duda una interesante visión del tiempo invertido. De este tipo hay muchas a lo largo del libro, por ejemplo las siguientes.

Mi ambición, meditaba Appleford al ir al cuarto de baño con el paquete de vello, es cruzar los Estados Unidos en tranvía. Pis. En el lavabo se lavó la cara y luego se untó de espuma de pegar, abrió el paquete que llevaba y con leves golpecitos logró colocar el vello regularmente por la barbilla, mejillas y cuello; al poco se adherían perfectamente.

Y ahora, como premio, tenía que vérselas con una increíble variedad de inventores mohínos y zafios que trataban de impedir que se borrase —según ordenanza de los Errads— la única copia a máquina que quedaba de un trabajo cualquiera en el que figuraban sus nombres, en un proceso que ni él ni el ejército de inventores llegaban a entender. El Consejo probablemente comprendía por qué un inventor en particular tenía que cumplir una tarea dada y no otra cualquiera. Por ejemplo, Eng, y COMO CONSTRUÍ MI PROPIO TRASTULEJO CON OBJETOS CASEROS CONVENCIONALES EN EL SÓTANO DURANTE MI TIEMPO LIBRE.
(...)
Intentaba conjurar una imagen mental del aparato mientras aún fuera teóricamente posible hacerlo. Porque en cuanto Eng redujera la última copia a una cinta de seda impregnada de tinta, a media resma de papel, y a un folio de papel carbón sin usar, no tendría ni él ni nadie la menor probabilidad de recordar el libro o el mecanismo (hasta ahora de la mayor utilidad) que describía el libro.
Esa tarea, sin embargo, quizá le llevase a Eng el resto del año. El limpiar la última copia debía hacerse línea a línea, palabra a palabra; no podía manejarse igual que los rimeros de copias impresas. Todo resultaba fácil hasta llegar a la última copia, y entonces…

Los ceniceros estaban llenos de cigarrillos enteros; anduvo metiéndolos en paquetes, luego lo dejó todo, harto y desesperado, y se fue a la cama. Al fin, el aire de la habitación olía a limpio y fresco; el desfumado de tantos cigarrillos había conseguido que así fuera.

Como se puede comprobar parece que todas las acciones físicas del mundo se han invertido, sin embargo los personajes no están atados a sus acciones pasadas y pueden disfrutar del libre albedrío. De todas formas, aunque el mundo parece inmerso en el antitiempo parece que hay formas de librarse de él en mayor o menor medida.

Una inyección de aquella solución le libraría de la Fase Hobart durante un tiempo limitado.

En Marte la Fase Hobart se nota tan poco que casi no existe —y aquélla era otra razón por la que no quería ir. Allí volvería a envejecer y aquello para él resultaría letal: en esa dirección le quedaban unos cuantos años antes de enfermar y morir.

Creo que con estos fragmentos queda un poco más claro como funciona la lógica del libro. Me ha parecido interesante porque es la única novela que he encontrado en el que tiempo se invierte para viajar al pasado, que es justo como me sucede a mí, tal y como comprobaréis en unas semanas.


Método de viaje en el tiempo: El mundo entra en la Fase Hobart
Número de viajeros principales: 5
Número de viajeros secundarios: Toda la humanidad
Velocidad del viaje: normal, pero invertida
Universos paralelos: Sí, solo dos (las acciones del pasado cambian)
Universo inalterable: No
Viajes al pasado: Sí
Viajes al futuro: No
Complejidad: 2/5